

El endurecimiento del corazón del Faraón es uno de los pasajes del libro de Éxodo que genera más dudas y objeciones bíblicas, pues hay quienes dicen que eso haría a Dios “autor del pecado” del soberano egipcio.
Vamos a examinar esta aparente dificultad de la Biblia yéndonos al Capítulo 11 de Éxodo, versículos del 1 al 10, donde leemos:
“1 Y Jehová dijo á Moisés: Una plaga traeré aún sobre Faraón, y sobre Egipto; después de la cual él os dejará ir de aquí; y seguramente os echará de aquí del todo. 2 Habla ahora al pueblo, y que cada uno demande á su vecino, y cada una á su vecina, vasos de plata y de oro. 3 Y Jehová dió gracia al pueblo en los ojos de los Egipcios. También Moisés era muy gran varón en la tierra de Egipto, á los ojos de los siervos de Faraón, y á los ojos del pueblo. 4 Y dijo Moisés: Jehová ha dicho así: A la media noche yo saldré por medio de Egipto, 5 Y morirá todo primogénito en tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que está tras la muela; y todo primogénito de las bestias. 6 Y habrá gran clamor por toda la tierra de Egipto, cual nunca fué, ni jamás será. 7 Mas entre todos los hijos de Israel, desde el hombre hasta la bestia, ni un perro moverá su lengua: para que sepáis que hará diferencia Jehová entre los Egipcios y los Israelitas. 8 Y descenderán á mí todos estos tus siervos, é inclinados delante de mí dirán: Sal tú, y todo el pueblo que está bajo de ti; y después de esto yo saldré. Y salióse muy enojado de con Faraón. 9 Y Jehová dijo á Moisés: Faraón no os oirá, para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto. 10 Y Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios delante de Faraón: mas Jehová había endurecido el corazón de Faraón, y no envió á los hijos de Israel fuera de su país”.
Estos versículos hay que ponerlos en relación con Éxodo 7:3-4:
“3 Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas. 4 Y Faraón no os oirá; mas yo pondré mi mano sobre Egipto, y sacaré á mis ejércitos, mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios”.
Todos somos culpables pues todos hemos pecado. Nada bueno puede salir de nuestros corazones si Dios no lo coloca en ellos. El pecado es algo que ofende de sobremanera a Dios, Su ira se engrandece enormemente, tanto por el pecado original, como por aquellos que cometemos ahora y Su voluntad es castigarlos, por Su perfecta justicia, temporal o eternamente: “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la Ley, para hacerlas” (Deuteronomio 27:26; Gálatas 3:10).
Dios puede endurecer el corazón de alguien o sujetarle a la obediencia, sin embargo, no es Él el responsable de que esa persona actúe de forma malvada o impía pues el proceder de esa forma es lo que está dentro de la naturaleza caída del ser humano. Como el pecado no puede quedar sin castigo, no es injusto que castigue a aquellos cuyo corazón ha endurecido. El Faraón de Egipto no era alguien bueno o inocente, sino un tirano que se complacía en la opresión de los israelitas en la esclavitud. Estos llevaban cuatro siglos sirviendo a los egipcios e incluso un Faraón había ordenado que los recién nacidos varones de los israelitas fueran muertos. Su pueblo aprobaba la actuación de este tirano o, al menos, no se le oponía.
Romanos 9:17-18 continúa dándonos respuestas:
“17 Porque la Escritura dice de Faraón: Que para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi potencia, y que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. 18 De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece”.
Lutero argumentaba de este pasaje que se trataba de un endurecimiento pasivo y no activo. En otras palabras, Dios no creó ninguna nueva maldad en el corazón de Faraón. Ya existía suficiente maldad en el corazón de Faraón para que este se inclinara a resistir la voluntad de Dios siempre que pudiera. Todo lo que Dios tiene que hacer para que alguien se endurezca es retirar su gracia de dicha persona y dejarla librada a sus propios impulsos hacia el mal. Esto es precisamente lo que Dios hace a quienes están condenados en el infierno. Los abandona a su propia maldad.
Antes de la última plaga, la muerte de los primogénitos egipcios, Dios había dado una y otra oportunidad al Faraón y a Egipto para arrepentirse y dejar marchar a Israel, sin embargo, éstos habían endurecido ellos mismos su corazón. Tras una sombra de arrepentimiento, durante la plaga del granizo, volvió a endurecer su corazón y perseverar en el pecado:
“Y viendo Faraón que la lluvia había cesado y el granizo y los truenos, perseveró en pecar, y agravó su corazón, él y sus siervos. Y el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir á los hijos de Israel; como Jehová lo había dicho por medio de Moisés” (Éxodo 9:34-35).
Tras estas “sombras de arrepentimiento” similares a la de Faraón también es muy habitual volver a la misma situación anterior, una vez que se ha alcanzado una falsa sensación de “paz”.
Dios endureció el corazón del Faraón y de Egipto, con lo que no permitieron salir a Israel, sin embargo, ellos mismos se habían atraído este juicio sobre ellos mismos al haber sometido a los israelitas a la esclavitud y haber matado a sus recién nacidos. Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es la muerte, con lo que el castigo al Faraón y a Egipto por sus pecados con terribles plagas no fue injusto, sino misericordioso, pues un castigo enteramente justo hubiera sido que Dios hubiera destruido por completo a Egipto, lo que no hizo.
Los israelitas no eran menos pecadores que los egipcios. Sin embargo, como se dice en el pasaje de Romanos, Dios quería tener misericordia de ellos. Sin embargo, retiró su gracia de Faraón y de los egipcios, con lo que estos perseveraron en el pecado de mantener a Israel esclavizado. Lo verdaderamente sorprendente de este episodio, e inexplicable sin la absoluta soberanía divina en la gracia, no es exactamente la cuestión acerca de porqué un Dios justo destruye a los primogénitos de Egipto, sino el porqué salva a Israel, siendo, como eran, tan pecadores como Egipto.