SOLA SCRIPTURA, SEÑORES, SOLA SCRIPTURA

Autor artículo: 
Guerra Marente, Javier

Normalmente, a lo largo de la semana, te encuentras con días en que no sabes concretamente sobre qué tema publicar. Otros si lo sabes pero no estás especialmente inspirado para escribir algo o no tienes demasiado tiempo y no quieres publicar un churro.

Uno de los motivos por lo que me gusta seguir las redes sociales es, aparte de porque se postean muchos artículos y noticias, porque siempre puedes ver y leer algo que te recuerde algo sobre lo que hayas querido publicar desde hace tiempo pero que, por H o por B no hayas podido.

Ayer leí esta declaración en un muro de Facebook:

“Algunos católicos están diciendo que el «protestantismo ha muerto». Lo dicen porque, efectivamente ahora en EEUU hay más católicos que protestantes. Aunque eso es una desgracia para cualquier país, no, el protestatismo NO ha muerto. Eso es lo que quisieran los católicos radicales porque prefieren señalar a los muertos antes que reconocer a los vivos protestantes que denunciamos los fracasos de esa fe genocida. Llenar el mundo con niños siempre ha sido un arma del Islam, pero los católicos también quieren llenar los países con su gente. Lejos de «ganar el mundo para Cristo», los activistas católicos simplemente quieren tropas para aplastar a gente cuyo único pecado ha sido ser pensadores individuales, individualistas”.

Y esto me recordó inmediatamente, hablando de “muertos”, que tenía pendiente desempolvar la información que durante años he ido recopilando sobre el caso de uno de esos protestantes más o menos ilustres de los EEUU convertidos al catolicismo romano en los últimos años, esos que la Iglesia de Roma saca de vez en cuando y exhibe como si fueran trofeos (será para que los protestantes no puedan dormir esa noche después de verlos).

Se trata del ex-pastor presbiteriano Scott Hahn, quien hace ya unos años se convirtió junto con su esposa Kimberly al catolicismo romano. Su libro “Roma, Dulce Hogar: Nuestro Viaje hacia el Catolicismo” se ha convertido en todo un best seller de la apologética católica romanista, puesto que, supuestamente, el aval no podría ser más sólido: un pastor presbiteriano con diez años de ministerio y de enseñanza como docente en un seminario, a través de su profundo estudio de las Escrituras y los Padres de la Iglesia, se acaba “dando cuenta” de que la Iglesia Católica Romana es la verdadera iglesia. Y, es más, después de tantos años de pastorado y seminario, “descubre” versículos bíblicos hasta entonces desconocidos para él.

Esta entrada no es ningún ataque particular a este señor ni a la decisión que tomó, simplemente es una explicación de cómo los motivos de Hahn en parte están relacionados con la decadencia en parte del protestantismo en EEUU, pues son los mismos que le han llevado a unirse a Roma. Scott Hahn ha caminado hacia el catolicismo, y siendo la autoridad espiritual de la casa, su esposa Kimberly lo ha seguido en obediencia. Ambos encontraron hogar espiritual en la religiosidad, el incienso, la liturgia y el ritualismo de Roma como nunca lo habían encontrado antes. Las razones que pueden haber tenido son muy respetables. Incluso nunca necesitaron sentirse obligados a ofrecer ninguna. Basta con que les haya «dado la gana» y punto. No obstante los Hahn amablemente han compartido públicamente sus razones a través del libro”Roma, Dulce Hogar”, otros escritos y cintas de audio, y por eso no es nada improcedente emitir una opinión sobre los motivos que dan. Se le podría llamar “tonto”, como dijo el famoso reverendo de Irlanda del Norte Ian Paisley a Tony Blair, cuando este le comentó que se había convertido al catolicismo romano, pero dejémoslo en que incluso en estos casos hay que tener misericordia pues ninguno, salvo que el Espíritu Santo nos libre de ello, estamos exentos de la posibilidad de error y corrupción. En mi caso particular, si no fuera por Dios, en cada segundo de mi depravada existencia estaría a un paso de precipitarme directamente al infierno.

Posiblemente, sobre la evolución de Hahn y algunas doctrinas que han entrado en parte de las actuales iglesias y que tuvieron mucha influencia en su camino para unirse a Roma, hablaré en otra ocasión, pero en esta entrada me voy a centrar en la defensa de la doctrina de la “Sola Scriptura”. Justamente la que, según Hahn, al hacer el “descubrimiento” de que “no es bíblica” le llevó a arrancar en el camino h acia Roma. Porque es muy de meditar si a veces no hacemos suficiente énfasis en la misma o no sabemos defenderla lo bastante bien.

La enseñanza de la “Sola Scriptura” ha sido cuestionada por todos los ex-protestantes que han abrazado las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. Una vez que la doctrina de la “Sola Scriptura” es rechazada se abre una Caja de Pandora de adiciones doctrinales. Como afirma el escritor católico Bob Moran: “La Escritura ha sido, y permanece como nuestra fuente primaria, de las doctrinas Católicas, aunque no de manera exclusiva”. Esta es la naturaleza de la disputa. Mientras el protestante cree que la Escritura es la fuente “exclusiva” para la doctrina (lo que la Confesión de Fe de Westminster llama “fe y práctica”) la Iglesia Católica afirma que la tradición (junto con el magisterio) extra-bíblica juega un rol igual.

No hay duda de que “Roma Dulce Hogar” es una pieza de propaganda inteligentemente preparada publicada principalmente para católicos. Muy pocos protestantes serios serían alguna vez convencidos por los argumentos presentados por los Hahn. El libro está diseñado para mantener a los Católicos a raya, quienes en su mayoría no conocen sus Biblias. El razonamiento va a algo similar a esto: “Fíjese en los Hahn. Scott y Kimberly eran unos fuertes opositores al catolicismo romano mientras estudiaban en uno de los principales seminarios protestantes en EEUU. Scott tenía una carrera prometedora como pastor y como profesor de seminario. Pero mientras los Hahn estudiaban la Biblia más de cerca encontraron que no podían contestar las objeciones más básicas a las doctrinas católico romanas. Con el tiempo comenzaron a ver que la Iglesia Católica Romana es la verdadera iglesia”.

La idea del libro no puede ser más desconcertante, sobre todo la forma tan pobre en que los Hahn argumentan con respecto al dogma católico.

Por ejemplo, cuando Kimberly Hahn habla de su aceptación del Rosario, una recitación repetida y elaborada del “Ave María” y de otras oraciones, como algo “bíblico”. Ella dice que siempre había pensado que la práctica de rezar el Rosario era una “vana repetición” (Mateo 6:7). Pero, según sus propias palabras, después de algo de instrucción por parte de una monja, Kimberly se dio cuenta del “error” de sus pensamientos. La monja le dijo a Kimberly que somos como niños. Ahora bien, ¿sería una “vana repetición” para los padres si escuchasen a sus hijos repetir la misma petición una y otra vez no solo cuando están aprendiendo a hablar sino incluso después? Más bien lo tolerarían, en efecto, cuando están aprendiendo a hablar pero los instruirían a medida que van creciendo, puesto que es evidente que en la repetición monótona e infantil no se pueden quedar toda su vida. En 1 Pedro 2:2 y Efesios 4:15 se nos dice que debemos “crecer con respecto a la salvación”. Hebreos 5:13-14 dice lo siguiente: “Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”; también en Hebreos 6:1. “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios”; o 1 Corintios 13:11: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. Somos hijos de Dios pero la exhortación no es a actuar como niñitos de dos años, sino a crecer en madurez espiritual, además de que el “Ave María” debe ser rechazado en su parte antibíblica de “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Si alguien no sabe muy bien cómo orar, ¿por qué no usar la oración que Jesús enseñó a sus discípulos, el Padre Nuestro? Cuando los discípulos de Jesús le pidieron que les enseñara a orar, Él no les enseñó el “Ave María”.

No hay ninguna justificación bíblica para el Rosario. Pero esto no importa a los católicos puesto que reclaman la autoridad de la “tradición”. El debate real es si la “sola scriptura” es una doctrina que es enseñada en la Biblia. ¿Enseña la Biblia que solo la Biblia es la “única regla de fe y obediencia” para los cristianos? Scott Hahn y otros católicos mantienen que no lo enseña.

El punto que envió a Scott Hahn a considerar la doctrina católico romana como la verdadera fue una pregunta que un estudiante le hizo acerca de la “Sola Scriptura”. He aquí como Scott recuerda la controversia (la reproduce en su libro y en cualquier web de apologética papista es posible encontrarla transcrita, pues, como he dicho, desde ámbitos católicos romanos a este hombre lo sacan hasta en la sopa):

ESTUDIANTE: “Profesor Hahn, usted nos ha enseñado que la doctrina de Sola Fides no es bíblica, y que ese grito de guerra de la Reforma no tiene ningún fundamento si se confronta con la interpretación de Pablo. Como usted bien sabe, el otro grito de guerra de la Reforma Protestante fue Sola Scriptura: que la Biblia es nuestra única autoridad, en lugar del Papa, los Concilios o la Tradición. Profesor: ¿dónde enseña la Biblia que la Escritura es nuestra única autoridad?”.

Atentos a lo que SCOTT HAHN dice que le pasó a continuación: “Me le quedé mirando y empecé a sentir un sudor frío”.

Tras la conversación con el alumno (en la que ambos dicen que “Sola Fides” no es bíblico y que es un pilar de la Reforma que “se ha derrumbado”), quien le deja completamente trastornado en sus ideas acerca del papel de la “tradición”, Hahn continúa:

“Estudié durante toda la semana sin llegar a ninguna conclusión. Llamé incluso a varios amigos, pero no hice ningún progreso. Finalmente hablé con dos de los mejores teólogos de América, y también con algunos de mis ex profesores. Todos aquellos a los que consultaba se sorprendían de que yo les hiciera esa pregunta, y se sentían aún más trastornados cuando yo no quedaba satisfecho con sus respuestas. A un profesor le dije:

-Tal vez sufro de amnesia, pero he olvidado las simples razones por las que los protestantes creemos que la Biblia es nuestra única autoridad.

-Scott, que pregunta tan tonta.

-Pues déme una respuesta tonta.

-Scott –replicó-, en realidad tú no puedes explicar la doctrina de Sola Scriptura con la Escritura. La bíblia no enseña explícitamente que ella sea la única autoridad para los cristianos. En otras palabras, Scott, Sola Scriptura es en esencia la creencia histórica de los reformadores, frente a la pretensión católica de que la autoridad está en la Escritura y además, en la Iglesia y la Tradición. Para nosotros, por tanto, ésta es sólo una presuposición teológica, nuestro punto de partida, más que una conclusión demostrada.

Después me ofreció los mismos textos de la Escritura que yo le había indicado a mi alumno, y yo le di las mismas agudas respuestas

-¿Qué más podríamos añadir?- le dije.

-Scott, mira lo que enseña la Iglesia católica. Es obvio que la Tradición está equivocada.

-Obviamente está equivocada- asentí-. Pero ¿dónde se condena el concepto de Tradición? Y por otro lado, ¿qué quiso decir Pablo cuando pedía a los Tesalonicenses que se ajustaran a la Tradición tanto escrita como oral? – seguí apasionado-. ¿No es irónico? Nosotros insistimos en que los cristianos sólo pueden creer lo que la Biblia enseña, pero la propia Biblia no enseña que ella sea nuestra única autoridad.

Le pregunté a otro teólogo:

-¿Cuáles para ti el pilar y fundamento de la verdad?

-La Biblia, por supuesto.

-Entonces ¿por qué la Biblia dice en 1 Tim 3:15 que la Iglesia es el pilar y el fundamento de la verdad?

-¡Tú me trastornas, Scott!

-¡Soy yo quien se siente trastornado!

-Pero Scott, ¿qué Iglesia…?

-¿Cuántos candidatos para el puesto hay ahí…? Quiero decir: ¿cuántas iglesias dicen ser la columna y fundamento de la verdad?

-¿Quiere decir esto que te estás convirtiendo al catolicismo?

-Espero que no….”.

En honor a la verdad, tengo que decir que si aceptara las respuestas de estos dos “mejores teólogos de América”, posiblemente también rechazaría la doctrina de la “Sola Scriptura”. Quinientos años lleva el protestantismo defendiéndola y resulta que Scott Hahn se dio cuenta de que es “antibíblica” en una charla por teléfono de unos minutos. Lo sorprendente es que un estudioso como Scott Hahn con más de diez años de entrenamiento de seminario tuviera que hacer estas llamadas. Demostrar la “Sola Scriptura” en la Biblia no es muy difícil.

Jesús usó la Escritura para contrarrestar los argumentos de Satanás. Lo que se citó fueron las Escrituras, no la tradición (Mateo 4:1-10 y Lucas 4:1-12).

Lo mismo puede decirse sobre Sus debates con los líderes religiosos del judaísmo. Él les pregunta, “¿Nunca leísteis en las Escrituras?” (Mateo 21:42). Su apelación no es hecha a algún cuerpo eclesiástico, o al sacerdocio o a la tradición. Los saduceos, que negaban la doctrina de la resurrección, esperaban atrapar a Jesús con una pregunta que parece no tener ninguna respuesta racional o bíblica. Jesús, con todas las prerrogativas de la divinidad, pudiera haber construido una respuesta legítima y satisfactoria sin hacer apelación alguna a la Escritura. Pero no lo hizo. En vez de eso Él les dice: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29). Aquí encontramos a Jesús rechazando la opinión eclesiástica, tal y como era representada por los Saduceos, en favor de la “Sola Scriptura”.

¿A quién apela Abraham en la parábola del Hombre Rico y Lázaro? ¿Señala él hacia la tradición? No lo hace. ¿Señala hacia la Autoridad Eclesiástica? No. ¿Hacia algún santo? No. Abraham responde: “A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (Lucas 16:29). El hombre rico no está satisfecho con esta respuesta. “No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán” (verso 30). El hombre rico sugiere que quizás un milagro sea lo más apropiado en este caso. Sin embargo, la apelación de Abraham, es hacia la Escritura: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (verso 31).

En el camino a Emaús Jesús argumenta para explicar su muerte y resurrección: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). No se hace ninguna mención de la tradición.

Si quieres vida eterna, ¿Qué es lo que debes buscar? La Biblia dice: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Los líderes religiosos estaban buscando en la revelación correcta, pero estaban buscando al salvador equivocado. Los fariseos, quienes eran muy conocidos por distorsionar la Palabra de Dios usando como medio su “tradición” (Marcos 7:8), todavía podían hablar la verdad en tanto se apegaran a la “Sola Scriptura”. Cuando los “escribas y Fariseos” se sientan “en la cátedra de Moisés”, es decir, cuando son fieles en su uso de la Escritura, “hagan y observen” lo que les digan (Mateo 23:2-3).

El apóstol Pablo no hacía ningún reproche a los cristianos de Berea cuando éstos escudriñaban a diario las Escrituras para ver si las cosas que él les decía eran así (Hechos 17:11). ¿Es posible en el catolicismo romano una situación como esta? ¿Es posible colocar al Papa en una situación así y desafiar una doctrina de la Iglesia Católica con una apelación tal? El argumento de Pablo para la defensa de la “Sola Fide” es una apelación a la Escritura: “Porque ¿qué dice la Escritura?” (Romanos 4:2). La doctrina católico romana añadiría, “y la tradición de la Iglesia”. Pablo se opuso a Pedro, supuestamente el primer Papa, “en su cara” sobre esta doctrina (Gálatas 2:11), demostrando que “que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo” (verso 16).

Cuando los líderes de la Iglesia se reunieron en Jerusalén para discutir asuntos teológicos, nuevamente, su apelación fue hacia las Escrituras. Sus deliberaciones tenían que concordar con “las palabras de los Profetas” (Hechos 15:15). El libro de los Hechos se encuentra lleno de apelaciones a la “Sola Scriptura”: la designación de un sucesor de Judas (1:20), una explicación de las señales en Pentecostés (2:14-21), la prueba de la resurrección (2:30-36); la explicación para los sufrimientos de Jesús (3:18), la defensa de Esteban (Cap. 7), el encuentro de Felipe con el Etíope y la explicación del Redentor sufriente (8:32-35): “Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura [Isaías 53], le anunció el evangelio de Jesús” (verso 35). En el Libro de los Hechos la apelación es siempre hacia la Escritura. La palabra “tradición” no se encuentra en ningún lado.

Hay versículos bíblicos sobre la validez de la “tradición” que fueron los que causaron tanto problema a Scott y Kimberly Hahn (tan problemáticos fueron que terminaron por hacerse católicos romanos). Especialmente, 2 Tesalonicenses 2:15: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”.

¿A qué se refiere aquí el apóstol?

Antes de ser puesta en forma escrita, la mayoría de la gente escuchaba la Palabra de Dios “muchas veces y de muchas maneras” (Hebreos 1:1). Parte de esta revelación vino por vía de instrucción oral y en comunicados escritos. Con el tiempo esta revelación fue reunida en forma escrita y es designada como “Escritura” en el Nuevo Testamento. Para el tiempo del nacimiento de Cristo este cuerpo de revelación escrita era reconocido como autoritario (Mateo 2:5; Lucas 2:22-24). Ningún concilio eclesiástico fue llamado para colocar su “validación oficial” sobre estos libros del Antiguo Testamento, puesto que la iglesia no tiene autoridad para controlar, crear, o definir la Palabra de Dios. Más bien, el canon controla, crea y define la Iglesia de Cristo.

Una vez que la revelación escrita completa estuvo en las manos de la gente, la apelación fue siempre hecha a este cuerpo de material conocido como “la Escritura”. La Escritura más la tradición no es una opción a considerar. De hecho, Jesús condena a los Fariseos y escribas porque reclamaban que sus tradiciones religiosas estaban al mismo nivel con la Escritura (Marcos 7:1-13). Ante esta acusación, la Iglesia Católica Romana no se queda callada, pero en su respuesta se refuta a sí misma. La respuesta católica es: “Jesús no condenó todas las tradiciones; él condenó solamente las tradiciones erróneas, sean doctrinas o prácticas, que socavan las verdades cristianas”. Esta respuesta se encuentra en el libro de Karl Keating, “Catolicismo y Fundamentalismo: El ataque sobre el ‘Romanismo’ por parte de los ‘Cristianos Bíblicos’”, pero cualquier romanista bien “formado” se la repetirá como un papagayo.

Sí, cierto, Jesús condenó solo las tradiciones erróneas. Pero en la respuesta está contenida implícitamente la afirmación totalmente gratuita de que, solo por venir de la Iglesia Católica, eso ya “valida” la tradición. ¿Cómo es que uno determina si una tradición es una “tradición errónea” ¡Sola Scriptura! La Iglesia Católica sostiene que la apelación debe ser hecha a la Iglesia cuya autoridad está basada en la Escritura más la tradición. Pero esto, en sí mismo, es una petición de principio. Es partir de la presuposición indemostrada e indemostrable de que la Iglesia Católica es la ÚNICA intérprete válida de la Palabra de Dios. ¿Cómo podría alguna vez alguien declarar que una tradición es errónea si la Iglesia Católica comienza con la premisa que la Escritura y la tradición, tal y como está determinado por la Iglesia Católica, son autoritativas? ¡Es absurdo!

Entonces, ¿Cómo está usando Pablo la tradición en 2 Tesalonicenses 2:15? La tradición del Nuevo Testamento es la enseñanza oral de Jesús pasada a los apóstoles. De este modo, Pablo podía escribir: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:1-4).

Con el tiempo, estas doctrinas del Nuevo Testamento (entonces conocidas como “tradiciones”) fueron puestas por escrito de la misma manera que las doctrinas del Antiguo Testamento fueron puestas por escrito antes del nacimiento de Jesús. Cuando se cerró el canon del Antiguo Testamento se hizo referencia a este canon como Escritura. Todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos antes de la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. Todo lo que Dios quería que Su Iglesia supiera acerca de la “fe y la vida” puede ser encontrado en la Escritura, la revelación del Antiguo y Nuevo Testamento.

La Confesión de Fe de Westminster lo declara de esta forma:

“Todos los sínodos y concilios desde los tiempos de los apóstoles, ya sean generales o particulares, pueden errar, y muchos han errado. Por ello, no se les debe considerar como la regla de fe o práctica, sino como una ayuda para ambas (Efesios 2:20; Hechos 17:11; 1 Corintios 2:5; 2 Corintios 1:24)”.

Cualquier “tradición” que la Iglesia desarrolle después de la clausura del canon no es “revelación”. Su autoridad en ninguna manera es igual a la Biblia. Todos los credos y confesiones están sujetos a cambio basados en una apelación a la Escritura sola. La negación de la verdad de la «Sola Scriptura» es el error fundamental del catolicismo romano.

“Sola Scriptura” no solo es la mayor afirmación de la absoluta soberanía de Dios, sino también de la libertad del hombre y, en buena medida, es una explicación acerca de porqué las naciones donde triunfó la Reforma total, la calvinista y puritana, a la larga (y con los defectos de toda obra hecha por seres depravados y pecaminosos como somos los hombres) han sido más libres que aquellas donde se quedaron a medias (la Alemania luterana, por ejemplo) o las católicas, puesto que no hay que olvidar que la “religión” siempre ha influido en los esquemas mentales de todos los pueblos y, cómo no, en las cuestiones políticas. Aunque la ligereza que se toman luteranos o católicos para introducir cosas de la cosecha humana en el culto y que no sean tan “biblicalistas” pueda parecer que implica una mayor libertad, es todo lo contrario: al final, que la iglesia se dedique a introducir sus propias “tradiciones” revestidas de “derecho divino” en el culto lo que significa es que la autoridad suprema es la episcopal, la autoridad eclesiástica, una autoridad total espiritual de hombres sobre otros hombres, mientras el cristiano reformado es un hombre libre que solo esta ligado en su conciencia a la autoridad de Dios y a la Palabra revelada en la Biblia.